domingo, 11 de septiembre de 2011

Somos iguales

Estoy pensando otra vez, como siempre me pasa. Le doy alas a mi pensamiento y mi mente viaja. Se mueve hacia el pasado. Se mueve hacia el futuro.

Pienso en mi hijo, en lo primero que dijo; en su primera poesía y en su primera fantasía. 

Y mientras miro las estrellas me voy volando con ellas, quisiera que aunque estemos lejos, mi hijo las viera al mismo tiempo. Aunque no estemos juntos…, aunque no sea el momento.

Quisiera que soñara igual que yo, es más…, quisiera que él fuera yo.

Mi hijo me dijo que un día él quiere ser igual que yo. Sonriéndole siempre a la vida, amanecer pensando en Dios. Y en esos instantes yo le respondía, ya eres igual que yo. Ahora tienes que vivir tu vida.

Hasta hoy, he tratado de demostrarle lo fácil que es vivir feliz. Porque la felicidad es una actitud que no depende de la riqueza ni de la pobreza; depende de la decisión que tomemos de regalar una sonrisa y aunque el mundo gire muy a prisa un chiste oportuno a todos cae bien.

Dominar el instinto animal, no está mal, esa cólera que arruga el intestino y que en cuestión de minutos puede arruinar tu destino.

Hijo mío, te quiero como jamás pensé expresarlo y quiero ser un padre a toda madre. No quiero ser un perro que ladre para tenerte sentado, que ya es hasta pecado el solo hecho de pensarlo.

Mi hijo me dijo que un día él quiere ser igual que yo. Sonriéndole siempre a la vida, amanecer pensando en Dios. Y en esos instantes yo le respondía, ya eres igual que yo. Ahora tienes que vivir tu vida.

Mi hijo es un genio con un intelecto sorprendente y antes de botar su primer diente ya leía como un chico de tercero y escribía igual que yo, el mero, mero.  ¿Quién no querría un hijo así? Si ya me lo han envidiado bastante.

A los cuatro años lo grabé en un CD, era su segunda grabación y si hubieran escuchado su canción sabrían que fue genial.

Yo no espero que seas el mejor hijo del mundo, sólo quiero que hagas tu mejor esfuerzo en todo, pero sobre todo, espero que te reconozcas mi hijo, que sepas que te quiero y que te acepto como eres; que entiendo todo lo que haces y te comprendo siempre. Porque la mayoría de veces, en lo que dices o en lo que haces… veo que somos iguales.

…Porque la mayoría de veces, en lo que dices o en lo que haces…
veo que somos iguales.

Autor: Edwin Rolando García Caal


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